Ha pasado ya un buen tiempo desde la última vez que hice una revisión más o menos extensa de en lo que me he convertido. Así que aquí vamos, otra vez.
Tengo 21 años. No es algo que me divierta, cada vez me siento más y más vieja, más y más aburrida, más y más cansada y con menos y menos capacidad de abrir ojos sorprendidos o confusos ante la vida. Hace mucho que en verdad me complico por algo, creo que de cierta forma mis ilusiones han tomado un espacio resignado y acomodado de mi mente, están acurrucadas ya mis ilusiones, por ahí, soñando con crecer, sabiendo que soñar no cuesta nada y que los sueños, sueños son.
Voy en tercer año de la carrera "Lengua y Literatura Hispánica". Ahí se supone que está mi círculo sociable, donde se supone que hago mi "vida". Me gusta lo que estudio aunque últimamente ya no lo estudio nada.
No cuento nada importante, no tengo cosas muy graves ni terribles en mi vida. Aparte de quiebres amorosos, problemas gástricos y de estrés, ni siquiera tengo achaques. No tengo ninguna enfermedad mental ni física que me impida relacionarme con el mundo aparte de la terrible desconfianza que se ha atrincherado en mis esperanzas humanitarias (?) no tomo pastillas para sobrevivir y, de hecho, mi sobrevivencia es algo completamente trivial. Existo básicamente porque no hay nada que me lo impida y así mi vida se alimenta de una especie de vacío legal. Existo porque es una de las pocas cosas que puedo hacer (no es que "sepa" hacerlo). Existo por inercia, porque la vida me lleva a eso, a existir, el vivir me lleva a eso aunque no viva demasiado y mi vida no pase demasiado de ser lo nominal, no hay rasgos poéticos, no me "siento vivida" como reza el poema, me siento que vivo, que tengo que vivir, que tengo que existir porque qué si no. Aunque mi vida no es un completo pesimismo, porque soy idealista, una idealista sedentaria, que idealiza desde su cómodo sillón imaginario un mundo imaginario. Sueño despierta muchas veces al día, imagino finales, principios que jamás ocurrirán. Me gusta soñar, me gusta, principalmente, estar enamorada. Cosa cansadora porque me gusta estar enamorada todo-el-tiempo, así que el encargado suele empezar a acumular jugos gástricos, nervios alterados, gritos cohibidos dirigidos a mí, que exijo y exijo. Pero qué se le va a hacer, si es prácticamente, lo que mantiene con sentido a mi existencia de inercia, sólo poniendo mi fe en alguien más puedo tranquilamente dejar de tener fe en mí y que no me alarme en lo absoluto. Sólo entregando toda mi confianza a alguien puedo aceptar el hecho de que jamás podré confiar en mí y así, sólo así, puedo ser feliz, vaciando responsabilidades en receptáculos de amor.
Pero no creo que sea tan terrible. No me considero mala amando a la gente, soy mala dejando de amar. Soy mala porque me cuesta o no me cuesta nada, soy mala porque o alguien me importa mucho o no me importa en lo absoluto. Y así viene toda la avalancha de odio, porque nadie, ni yo, me entiendo. Y quizás pedir disculpas, pero de qué, de ser yo, de que no me importe, de que me importe mucho, siempre tengo que pedir disculpas por mis extremos pero por qué, si así siento yo, si mi vida va de un extremo a otro y no hay tu tía.
Entonces mi existencia ha sido eso. Sin sobresaltos. No se me ha muerto nadie que no sea dentro de una meta o patafísica sentimentalmente ridícula. Sigo sin poder tener un gato.
Actualmente estoy enamorada, sí, pero sin muchas cintitas de colores, me he vuelto realista, quizás ni tanto, pero ando evitando tanto porrazo junto, menos a la la tonta y a la loca, más centrado menos eterno y con más miras a longevidad (o eso espero). Mi amor se extiende a las leyes de este mundo, amo harto, pero lo posible. Amo porque es lo que no me cuesta hacer, amo porque mi felicidad se facilita mucho, sobretodo cuando me cuesta amar (pero poquito, tan masoquista aprendí a no ser) y las críticas y el cómo, no te creo y el sí, la cosa pasó. No me lo explico bien, pero a fin de cuentas ha partido en dos a la que fui hace unos años, y la otra mitad se está disecando, pasa a ser un charqui de ansiolíticos, de frustración. Ahí está secándose la somA que espero nunca volver a ser. Porque chucha que sufrí.
Ahora no soy tan distinta, sigo envejeciendo, sigo enamorándome, sigo exigiendo, sigo leyendo, creyendo en cosas absurdas. Sigo riéndome, creo, de las mismas cosas. Sigo con la misma mierda de autoestima, sigo con mis trastornos alimenticios que mantienen mi existencia dentro de una histericismo pasable, que equilibran un poco todo el odio que eventualmente viene hacia mí, por mi. Y es que no es fácil ser uno mismo, para nadie. No es fácil llevarse tanto tiempo con uno mismo sin saber dónde esconder tanto "yo", dónde dejar tantos pedazos de uno mismo que tiene que sacar de ahí, que se caen solos, como la lepra, tanto desecho, tantos implantes para poder subsistir, y es que el hecho de sentir es un neo-ecosistema. La ley del más fuerte no es que llegue alguien, te mate y te coma, no. Ahora se acomodó también esto y, de esa forma, ahora la muerte es metafísica, ahora es una supervivencia a través del otro, a través de cómo saliste del otro, de cómo sigues tu vida sin los otros, de cómo aprendes otra vez a hacer tu vida sin pedir la ayuda del otro. Y así hay distintos otros, distintos a los otros anteriores que siempre están ahí. Y uno ya, quizás un poco, por qué no, si qué le va a hacer el agua al pescado. TODO LE PUEDE HACER EL AGUA AL PESCADO ¿O te parece poco el detalle de vivir?
Sigo queriendo un globo de helio, desde que los conocí. Pero no cualquier globo de helio, sino uno regalado, con cariño, grande, y...caro (aunque no me enorgullezco de eso, pero hay que ser realistas). Aunque nunca he preguntado por los precios de esas cosas, intuyo que deben ser demasiado caras. Y dentro de eso está la magia, no quiero saber cuánto valen porque me compraría uno y sería un sueño cumplido al vacío. Quiero un globo de helio grande desde que tengo memoria.
Se supone que se acabará el mundo, el 21 de octubre. Celebraré mi cumpleaños antes, quizás junto con mi mamá, en una de esas, nunca se sabe.