jueves, 16 de marzo de 2017

esta cosa es antigua, no sé en qué momento la escribí (pero casi sigo igual a ratos)

las noches desde hace como un año y medio no son para nada saludables (no sé si porque mi mente se acostumbró o se enfermó). despierto cada tres horas como máximo si es que no he tomado algo para dormir por más tiempo y cuando tomo lo suficiente para dormir por más de cinco horas o despierto con caña o con la voluntad de ser persona bien lejos de mi alcance.
duermo mal, despierto mal. pero me hago el ánimo. tomo el café de rigor, busco algo de comer a veces. salgo.
a duras penas choco con el sol que me espera a la salida del pésimo y oscuro pasillo de mi casa que precede a la colisión córnea-luz. me subo a la micro y un hueón canta una canción triste, apañado de una guitarra y me baja una angustia culiá, de esas añejas.
subo al metro, me acomodo en un asiento y fijo la mirada siempre en el piso, no vaya a ser que vea a alguien conocido y el día sea -aún- peor. porque sé que viene demasiado antes de que el día termine. y de que quiero que el día se termine lo más pronto posible.
(no es lo más rápido, pero es lo más simple el tratar de que pase lo justo y lo necesario durante el día: nada más, nada menos)
doy clases, tomo más micros, más buses, me siento a veces un rato más en el metro. trato de terminar alguna de los libros que comencé, trato de no pensar tanta hueá, aunque pensar esté bien.
siento que he pensado demasiado para mi edad y que eso nunca me ha servido para calmarme. y que tengo que parar.
trato de leer. pero el nudo en mi pensamiento se expande, se difunde entre mis conexiones mentales,  se mete en mis nervios oculares y de pronto sólo puedo ver el gran nudo. el nudo que me hace cuestionarme por qué no tengo todas mis tijeras ordenadas, por qué no he tomado el suficiente té, por qué no he devuelto la caja de las lanas donde iba, por qué no he terminado aún la interminable lista de cosas que tengo que hacer -como sentirme conforme conmigo misma-. incomodidad.