estoy completamente fuera de vista, escondiéndome en los dobleces fortuitos y desafortunados de la punta de alguna hoja de algún libro que alguna vez fue favorito. perdiéndome a propósito de las reminiscencias de paredes arañadas y ojos cerrados, sacudidas e intentos de dejar la mente en blanco. ya no soy yo, en el sentido amplio de la palabra. soy la proyección sana que en un momento decidí ser. y eso -no está de más decirlo- es el yo más enfermo que me ha tocado vivir.
la negación, el pie atrás y las manos apretadas no son algo que sobrecoja a mi espíritu. no siento que dé vueltas en mi interior y poco a poco la hoja se va quedando en blanco en mi buena parte de cerebro que queda, una hoja a la fuerza borroneada pero manchada de humedad y putrefacción, como si todos los componentes de esas hojas hallasen un correspondiente en todas las cosas que deseo olvidar y se estuvieran descomponiendo, descomponiendo. muy a la fuerza, he hecho un "cultivo" de sujetos y recuerdos descompuestos que han infectado frecuentemente mis reflexiones y me han hecho sentir o pensar lo menos conveniente.
dónde dejo el desperdicio. dónde se podría ir. se podría ir por mi boca si decido hablar mi dolor y mi rabia. se podría ir en mi sangre, en un escupo generoso, en un choque repetido de alguna parte de mi cuerpo contra algún objeto o alguna pared. se podría ir. pero no se va.
tengo la pésima costumbre de quedarme atrás. donde ya no existe nadie, donde nadie de los que extraño están. donde sólo hay un reflejo burdo que maximiza defectos y virtudes y donde sólo estoy yo, girando en lo entrañable, acurrucándome en la frazada fría y húmeda de la causa perdida, aniquilada e ignorada por nadie más que yo misma.