levrero lo llama angustia difusa, yo aún no le pongo un nombre. a mi me pasa esto que siento como si me partiera en dos una gran cascada de agua muy fría y me duele mucho el pecho, la frente, las piernas y me pesan los pies. tullida. pero sobre todo: me pesa lo que debería decir.
hace tiempo que dejé lo rebuscado, me fui enarbolando lo más simple, rústico porque mis sentimientos se fueron haciendo más humildes a la fuerza, a punta de expectativas que fueron viendo la luz en sepia. (porque siempre han sido así de simples, mis sentimientos).
de pronto el mundo, el destino, quien sea, decidió arrancarme el corazón un rato, arrancármelo en serio y decírmelo tal cual: "esta vez es en serio, la próxima será peor" y decirme que todo lo anterior fue una prueba. y de pronto mi vida dejó de ser tan.
no, no dejó de ser miserable. fue más miserable aún, si lo ponemos de esa forma.
más defendible. por un motivo extraño se me dotó de la fuerza de sostenerla pero sin la menor idea del por qué. quedará para mis 40, mis 50 o 100. no tengo mucha inspiración, no ocupo bien las palabras, no ocupo bien lo que tengo y de pronto ya se ha ido todo, lejos, irrecuperable y uno abraza cosas, llora, mira lo que sea y piensa cosas. entonces uno avanza.
o todo lo demás se queda atrás.
debe ser eso: todo lo demás se queda atrás y pareciese que uno avanza.