sábado, 2 de octubre de 2010

chau.

Como se arranca el hierro de una herida,
su amor de las entrañas me arranqué
aunque sentí al hacerlo que la vida
¡Me arrancaba con él!

Del altar que le alcé en el alma mía,
la voluntad su imagen arrojó
y la luz de la fe que en ella ardía
Ante el ara desierta se apagó.

Aún, para combatir mi firme empeño,
viene a mi mente su visión tenaz...
¡Cuándo podré dormir con ese sueño
En que acaba el soñar!