jueves, 30 de agosto de 2007

corte de pelo.

Es que me da rabia po’h, si yo le dije a la peluquera’e mierda que ME DEJARA LAS PATILLAS LARGAS y ¿qué hueá hace?, lo primero que hace es cagarme todas las patillas, ahora me siento más pilucha que la cresta. Al menos antes, cuando estaba nerviosa me agarraba las patillas o el choco pero ahora, ¡AHORA!, ahora no tengo escape para mi nerviosismo y lo más terrible es que me pongo nerviosa y tengo como eso del "síndrome del miembro fantasma" (me da risa la hueá de nombre, es que es chistoso lo que me imagino porque bueno, soy una adolescente con GRAN IMAGINACIÓN) Y bue’ me intento agarrar la patilla o el choco y mi mano pasa corbata y es deprimente no sentir nada más que unas pobres pelusas que son lo que ahora conforma mi cabellera. Y es triste y esto hizo que me fuera pa’ dentro y ande pensando todas las hueás, yo cacho que es porque las neuronas tienen frío y tienen que andar chocando como contratás pa’ entrar en calor. Y como tienen mitosis cero, me voy a quedar estúpida en poco tiempo, todo por culpa de un puto-corte-de-pelo. Me da rabia por la chucha, me dicen que el pelo me va a crecer luego...claaaaro pa’ qué más po’h. Como ELLOS no tienen que mamarse la VERGÜENZA de andar con el pelo TAN corto, es re-fácil decirlo. Si mi papá sabe que me cagó el ADN, la mezcla charcha de ambos. Si sabe que de mi mamá saqué el poco pelo y de mi papá saqué el pelo delgado "como de guagua", saben que a la larga voy a terminar sin pelo. Pero no, les gusta verme sufrir. Y clarsh, la peluquera me dice "uh, verda’ q queriai la patilla larga" cuando ya me había dejao la cagá. Y yo no me di cuenta, porque soy volá y quizá en qué estaba pensando. En sexo, quizás, porque siempre me cagan así cuando estoy pensando en sexo. En clases yo estoy de lo más bien, en la plena y dichosa vida sexual y la profe me dice "¿me podría explicar lo que he dicho hasta ahora, Génesis?, porque no sé qué cara pongo, pero debe ser delatora acerca de lo que está pasando en mi imaginación ninfómaniaca y ahí quedo, le digo "Disculpe, profe, es que no caché la hueá". Y ahí supongo que le dará más importancia a "cómo" la traté, oh, que hablo soezmente. Y qué tanto, si cuando se aprieta los dedos en la puerta no creo que diga "oh, rayos, me he apretado el dedo. Oh, que dolor, qué dolor más grande el que siento" Porque lo marginal que llevamos dentro se nos escapa en esos momentos de no-censura en la que nos dejamos llevar por el momento y eso da a entender la gran verdad: todos criamos un roteque dentro, y resulta que ese roteque es el que nos defiende cuando alguien nos insulta (porque no creo que uno responda a un manotazo con un "podríamos hablar civilizadamente, amigo mío") o cuando torpemente nos golpeamos con algo, el típico golpe en el codo, el café caliente (cuando se da vuelta y cae en la entrepierna, cuando lo tomamos y nos quemamos la lengua, etc.) , el martillo en el dedo, el dedo chico que se ve letalmente afectado cuando uno choca con el pie en la pata de la cama y un montón de infortunaciones de la misma índole en las que ese roto nos ayuda a expresar todo lo que llevamos dentro en bruto y esto nos deja la mayor calma posible. He notado y probado que, al reprimir a este señor soez y al hablar más letradamente a la hora de estos sucesos, no se produce el mismo desahogo. Tengo pruebas estadísticas y sicológicas, la gesthalt, el conductismo, el humanismo y el sicoanálisis avalan mi teoría. En fin, la hueá de ahora es MI PELO. Yo cacho que el mayor problema es que cuando vi mi patilla y mi dignidad cruelmente asesinadas por la temible navaja y ella dijo "uh, verda’ q queriai la patilla larga" yo le dije: "nah, si no importa" y me sangró el alma. Si pudiera recomendar algo a quien sea que pase por aquí es que NO SE GUARDE EL PUTEO MISMO. Porque después no hay cómo botarlo. Yo escribo esto pero es un placebo, de bien poco me sirve desquitarme así. Lo que yo debería haberle dicho es lo siguiente "POR LA CHUCHA, SI TE DIJE QUE QUERÍA LA PATILLA LARGA, LA ÚNICA HUEÁ QUE TE DIGO Y NO LA ESCUCHAI" o algo así, algo que incluyera varias veces el mismo improperio para que se sintiera más mal por la monotonía que por el insulto en sí. Pero no, la señora es amiga de mi mamá. Y siempre me caga esa hueá, mi mamá me reprime en todo. Me tiene con ASÍ una vena porque no me deja ir a "la casa de la nao". No me deja por ninguna parte desahogarme. Y algún día voy a explotar. Mi papá me cortó el pelo así de corto porque lo vio en una película y le gustó como se le veía a la loca. Menos mal que la película no era V de Vendetta porque ahora estaría luciendo el corte que le hicieron a la Evey, rapada al cero gracias a las lindas ocurrencias de mi progenitor. E insisto, me van a volver loca, voy a dejar la caga’ en esta casa si me siguen coartando mis salidas, no me he podido sumergir en el placer de un buen puteo y pecar en pos de la ira, pecado capital que menos uso, pero que la situación me obliga a ocupar porque no me deja tampoco sumergirme en el maravilloso mundo de la lujuria, mi pecado predilecto, oh, lujuria, como te ama la Soma y te extraño más que la chucha y me estoy entrando a deprimir por tenerte tan lejos, y me llamas a lo lejos pero yo te digo "puta, es que mi mamá" y se me va todo a la chucha. Pero qué le voy a hacer, estoy obligada a aguantar la castidad impuesta por mi familia y me voy a tener que poner un cinturón de castidad y un bozal asfixiante (obviamente para no hablar...claro está).
Y así, me resigno a esta vida flagelante y pido porfavor volverme loca para que me manden a un manicomio donde pueda dejarme el pelo largo y hacer todo lo que ya dije, amén y-amén.

domingo, 19 de agosto de 2007

romance con un gato muerto.

Me harté, necesito un espacio. Algún espacio donde esté yo y nadie más a unos cuantos metros. Si es posible no ver a nadie más a mi alrededor, para poder reconocerme en ese lugar, reconocerme sola. Llego a mi casa después de la noche del día sábado, una noche sin sorpresas y mucho de lo de siempre. La nostalgia por mi propia nostalgia. Así que llego y busco esa soledad en la que pueda refugiarme. Tomo un bolso, no saludo a nadie, actúo como un robot antisocial. En mi bolso pongo las cosas que son las únicas que necesito para poder vivir: dos libros con trama prometedora, un cuaderno con hojas en blanco, un lápiz (de preferencia con tinta negra), cigarrillos (no por un vicio nicotinoso, para nada. Debo aceptar que es por una razón completamente casi-romántica), un encendedor y mentitas (lo que sea, pero que tenga azúcar). En un instante ya estoy sentada mirando el cielo, con un cigarrillo en la boca. Me pica la garganta increíblemente. Y me pregunto cómo chucha la vida me pesca en momentos tan estúpidos para ponerme romántica. Tengo ganas de apretar el botón de RESET de mi cerebro. De tener algún botón de RESET. No está funcionando.
Voy en la etapa de auto-descalificarme, estoy discutiendo con mi curiosidad, esa que me hace preguntas tales como “¿porqué, entonces, piensas tanto en eso?”. Porque tengo una curiosidad que, según algunos, MATA. Miro alrededor, buscando algo que me desconcentre porque me estoy haciendo mal. Entonces lo veo, ahí, un montón de moscas que zumba estrepitosamente a lo lejos la felicidad del baquete. Debe ser algún pedazo de carne envenenada que tiró algún amargado de mierda, pienso. Me acerco y cada vez el pedazo de carne toma más forma, más forma y más forma. Más forma de gato. De...MI GATO. O lo que FUE mi gato. Me llevo la mano a la boca y me tapo la nariz de paso. El olor es INSOPORTABLE. ¡MOSCAS DE MIERDA!, grito irritada por el olor que calcina mis fosas nasales y mi sensibilidad, MOSCAS DE MIERDA, MOSCAS DE MIERDAAA. Suspiro. Aún quedan algunas, las que espanto con una mano cada cierto tiempo, resignada sobre todas las cosas, me siento a un lado de esa masa inerte.
Lo acaricio. Le acaricio las orejas (o donde deberían estar las orejas), la frente y le hablo, le pido disculpas, le digo que siendo un gato mío tenía que terminar así. Le maúllo, le ronroneo, esperando a que me responda, se levante y frote su cabeza contra mis piernas, y luego me pida que lo abrace estirándose hasta tocar mis rodillas con sus patas delanteras como siempre. Pero no se mueve, no ronronea, no maúlla ni me mira. Está indiferente en su estado. MUERTO. Milagro, mi Milagro (así se LLAMABA), estás tan muerto como yo. Pero tú das menos lástima. ¿Sabes?, es una buena metáfora de la vida esto de que te mueras y que te llames –o te hayas llamado- Milagro. NO HAY MILAGROS PARA MÍ. TODA CLASE DE MILAGRO QUE PUEDA LLEGAR A MÍ NO VA A LLEGAR NUNCA, PORQUE ESTÁ EN ALGÚN TECHO PUDRIÉNDOSE.
Lo tomo en mis brazos y bajo del techo con él. Ya no hay moscas, les supe enseñar eso del respeto a la muerte. Llego donde mi mamá, ella me da la espalda, me pregunta dónde estuve, que si estuve fumando, me pregunta QUÉ MIERDA ES ESE OLOR A MUERTO. Yo le digo, es el Milagro, mamá, el Milagro que tiene olor a MUERTO, porque está MUERTO. OHHH, exclama, OOOOH, EL MILAGRO. ¡OOOOHH!Ellos me tratan de loca por andar con una masa inerte en las manos, pero no entienden que es MI GATO, MI GATO MUERTO. Que, claro, ya no es más gato porque pasó a ser COMIDA DE LARVAS, pero sigue siendo MI comida de larvas. Ellos son los locos, ellos no lo entienden. Yo le hago un ataúd, le busco flores, lo entierro y hasta lloro por él. Pero siguen sin entender y siguen hablando de mí, me miran raro, que me cambie la ropa, que huelo a muerto. HUELO A MILAGRO, les digo. ESTE ES EL MÁS PURO OLOR A MILAGRO. TODO HUELE A MILAGRO Y ES GENIAL, ¿NO?, ES EL MILAGRO EN TODAS PARTES, DEBEN ESTAR FELICES. Pero siguen sin entender. Así que me cambio la ropa. Qué se le va a hacer, mi querido Milagro. Yo te entiendo, yo también estoy muerta. La diferencia es la que ya te dije y que yo hablo. Yo les hablo y ellos creen que también los escucho, pero estoy tan muerta y hace tanto tiempo que ya nadie se da cuenta. Vienen y se van y ya no se dan cuenta.

martes, 7 de agosto de 2007

revenge as elite.

Me molesta cuando en las librerías, bibliotecas y eso (supongo que son los únicos lugares donde puedo adquirir libros) me miran con cara de “mira, pendeja” cuando pido a Bukowski, a Bataille. a Coppens, al Marqués de Sade, etc. “¿Chárleh Bucouhqui?”, “Parecido. Mire, se escribe como usted no lo pronuncia”.
Me miran como buscándome la culpabilidad en alguna parte, como retorciéndome la capacidad de darme con una piedra en el pecho y declararme una oveja descarriada del rebaño de Dios que lee a Shakespeare, Nietzsche, Tolstoi, Kafka, del rebaño que lee a Camus, a Hesse, a Christie, las ovejas-intelectualoides, las ovejas que hablan bonito pero que no dicen nada. O el rebaño que lee a C.C.S, ese rebaño que es el predilecto, donde Jehová es mi pastor, nada me faltará. Las ovejas hippies-virginales, que tratan a la sexualidad como un defecto humano, creen en la cigüeña y en que el cuerpo humano es sagrado y le tienen miedo a los fluidos corporales.
Y como no soy de ninguno de los anteriores rebaños, me empiezan a hacer preguntas, onda “¿tienes idea de QUÉ tratan esos libros?”, como si fuera raro que una pendeja no se asustara ni se pusiera a llorar al ver la palabra “pene” escrita un par de veces.
Por la chucha que me da rabia y me dicen “en +18” o “no, –para ti- no hay”, entonces digo “pucha, qué pena” y pregunto dónde puedo encontrar los libros de Papelucho y digo alguna incoherencia arbitraria para hacer realidad su suposición de que la “juventú de ahora” es una mierda, le hago escenas de drogada, voy al baño y me dejo la falda metida en el calzón, cosa que se me vea toda la mercancía y me paseo delante de él con la colección más tierna de cómics y libros de papiroflexia, agarro un papel lustre y lo trasformo en grulla mientras él piensa si decirme o no que se me ven todos los calzones y qué vergüenza, niña por Dios. Y yo recito algo de Nicanor o algún fragmento de Hamlet –dependiendo de mi humor- y por entremedio de las palabras sigo a una mosca en el vacío.

También choco con las personas y digo algo como “la puta que nos parió” a modo de disculpa. Voy al baño, una plática relajada con la señora auxiliar, el derecho de vivir en paz, huevadas raras de múltiples colores, en el baño una, dos, tres veces y juego a la momia con el papel gratis ELITE y me voy a la cafetería, digo “soy Dios, dame dos brownies y un café con leche, quince de azúcar y mucho cariño. Que quede bien lindo” y después vuelvo a la sala donde está el señor, pero con más gente que me mira, o eso pareciera, y me miran como si fuera el eslabón perdido.

O no sé si era la misma gente de antes, siempre se me olvida ver bien eso.

Busco a Moliere, busco a Dan Brown (y todas esas cosas medio-snob o snob-completas; Santo Grial, la puta de Jesús, textos pasados a naftalina –hay algunos muy respetables así como hay otros que valen pero callampa y esos son los que busco porque mientras más viejo y aburrido sea el tipejo muerto, más snob es la cosa- cosas bucólicas –igual tengo mis excepciones, pero casi todo es mierda antigua -, que son fomes las leseras), busco el libro con más hojas, con la tapa más dura y con la portada más seria, si es posible que tenga el empastado en blanco, bien. Y si tiene la cara de equis tipo con cara de “jódete”, bien también. Entonces voy, y le digo “mire, yo quiero un libro; este libro” y en el desapego con la realidad que pueda causarle el que yo le hable después de tanta situación visceralmente delirante (entre las cosas que suelen pasar en lugares llenos de libros) voy y agarro el libro con el doble empastado, grande, pesado, serio, abrumantemente fome con las dos manos y se lo tiro de vuelo en toda la frente, gritando algo como “chúpate esa, enviado de Jesucristo y la que te parió”, aplaudo un par de veces y me pongo las alas que confeccioné con el papel gratis –que, repito; es ELITE- y me subo en el mesón y grito “señores, esto es una prueba de que Dios existe, el anticristo y el apocalipsis se viene y todos los putos andan leyendo...y después se quejan cuando les tiran cal y fuego” y salgo volando desde la ventana a la noche santiaguina con alas marca ELITE.

jueves, 2 de agosto de 2007

some lazy words

Tengo miedo, a veces, de que en mis cartas no haya tanta nobleza como para sostener su respuesta.
Me he criado como inválido de expresión comunicativa, me he rodeado de una cierta atmósfera secreta, y sufro una verdadera angustia por decir algo, aún solo conmigo mismo, como si ninguna palabra me representara, y sufriendo enormemente por ello. Hallo banales mis frases, desprovistas de mi propio ser.

No saco nada con culpar a nadie por el hecho de no poder decir nada de tanto querer decir tantas cosas, soy una cabra chica completamente impresionada con lo que se le pasa por delante, tantos colores, tantas caras y tanto movimiento en este mundo, no dejo de sorprenderme por lo que veo, siento etc., soy una pendeja con tantas ganas de decir lo que me gusta y lo que no, pero (no sé si será por desgracia) no tengo lengua o si la tengo pero no sé ocuparla como me gustaría, mis gestos se confunden con el movimiento del mundo y pareciera que simplemente me siento a ver que las cosas pasen. Soy una adolescente, nada me quita esa cualidad y, desgraciadamente, (ahora sí que sí) ni hoy ni mañana tendré nada que decir. Todo lo que ha pasado me ha dejado con la boca abierta y, como dijo otro caballero muy distinto a Borges que es muy a mi pesar de quién saqué las palabras en cursiva, dudo que pueda volver a cerrarla. De mí no volverá a salir otra palabra cuerda hasta cuando mi cerebro así lo quiera (y digo “volverá” con la esperanza de que alguna vez haya dicho algo cuerdo). Todo me parece tan raro o tan normal que no saco nada con explicarlo, es
como correr tras mi propia sombra que a veces ya no es ni mía. Por su atención, muchas gracias.