miércoles, 29 de enero de 2014

vino blanco.



estoy tomando vino. me apesta el vino, pero con melón y frutillas es muy, muy pasable. alguna vez tomé vino en caja, un vino de litro, creo. en Matucana, sentada en una cuneta, un entrañable lo había comprado para mí. no le sentí tan mal sabor, en realidad, en ese entonces sólo quería sorprender a la gente, sólo quería agradarle a alguien, probar cosas, que valía la pena haciendo cosas que no valían la pena en ningún ámbito serio. por eso y muchas otras cosas, no le sentí ningún sabor. no le sentía sabor a nada que entrase en mi boca, en realidad. pero eran cosas que, ligeramente, me hacían feliz. y en esa tierna edad, mis expectativas no eran muchas, fue pega fácil.

los recuerdos vienen como un reflujo a estas alturas. no es grato, es la acidez de lo que tiene que pasar, irse hasta el fondo y desaparecer. dejar de huevearme, por la cresta. un vasito de agua y a dormir, un sal de fruta con limón, una aspirina, lo que sea.

muchas veces he decidido insistir. hoy desperté con la sensación de que insistir no ayuda en nada, de que he insistido en lo innecesario. de que me gusta perseguir causas perdidas hasta el punto en que el desgaste es tal que cuando se rompe el hilo era apenas una hilacha, una separación notoria en el distanciamiento, pero tan leve, tan "dulce", tan tóxicamente dulce.

no quiero más, no quiero seguir siendo la resistencia del circuito, entregar mi estabilidad a cambio de que todos los demás estén bien. rara vez decido cosas. y esta vez hasta me da remordimiento darme cuenta de que todo el tiempo fue eso: tratar de simpatizarle a alguien.

si le simpatizo o no a alguien hoy en día ya da lo mismo. me llevo mal con la mayoría de la gente que me rodea porque no los soporto. me irritan, me exasperan, así que decido ignorarlos, no sin antes odiarlos, no sin antes marcar en sus frentes el signo de la negación más rotunda. si soporto la presencia es siempre con el conchetumadre a flor de labios, un saludo con una sonrisa de oreja a oreja, juro que nadie lo nota, pero todo el mundo debiese notarlo: los odio, desearía no estar ahí, fingiendo que me interesan. fingiendo que en realidad son seres super interesantes, que en realidad.

sé que tampoco ellos me soportan. pero también sé que a ellos les importo menos.

en fin, un año nuevo comenzó hace un mes. las cábalas me apestan.

pero váyanse a la mierda todos los que deberían haber estado ahí hace mucho tiempo, de una buena y final vez. porfavor y gracias. PORFAVOR y gracias.

martes, 7 de enero de 2014

vuelvo un rato.

me ha asediado desde un tiempo hasta ahora, una visión del patio del colegio de mi infancia. lo sueño a cada rato, alguna parte de él.

un baño que parecía celda, oscuro, horrible, con rejas en todos lados, con rayones escalofriantes. aún así, rara vez sentía miedo de ir ahí. quizás sea porque solía ir acompañada. y el hedor, un hedor que puedo recordar con sólo quererlo.

había un árbol de granadas, con una forma extraña. la cosa es que me subía en él y esos eran mis recreos. recuerdo que había una seudocompetencia por lograr esas ubicaciones y me enojaba mucho cuando no podía subirme al árbol. entonces me subía a otro.

una compañera que, de ser mi amiga ahora, ya le hubiese pegado. tenía frenillos, una de las últimas cosas que supe de ella fue cuando veía en sus frenillos los mocos que le quedaban atrapados ahí.

mi primer membrillo. mi primer simce. mi primer miedo en el pecho y en la espalda.
no paro de soñar con instancias felices, pero llenas de rejas, llenas de humedad en sus paisajes. quizás no tenga nada que ver con esos recuerdos, pero hay algo ahí, escondido. y me gusta que sea así.