Me molesta cuando en las librerías, bibliotecas y eso (supongo que son los únicos lugares donde puedo adquirir libros) me miran con cara de “mira, pendeja” cuando pido a Bukowski, a Bataille. a Coppens, al Marqués de Sade, etc. “¿Chárleh Bucouhqui?”, “Parecido. Mire, se escribe como usted no lo pronuncia”.
Me miran como buscándome la culpabilidad en alguna parte, como retorciéndome la capacidad de darme con una piedra en el pecho y declararme una oveja descarriada del rebaño de Dios que lee a Shakespeare, Nietzsche, Tolstoi, Kafka, del rebaño que lee a Camus, a Hesse, a Christie, las ovejas-intelectualoides, las ovejas que hablan bonito pero que no dicen nada. O el rebaño que lee a C.C.S, ese rebaño que es el predilecto, donde Jehová es mi pastor, nada me faltará. Las ovejas hippies-virginales, que tratan a la sexualidad como un defecto humano, creen en la cigüeña y en que el cuerpo humano es sagrado y le tienen miedo a los fluidos corporales.
Y como no soy de ninguno de los anteriores rebaños, me empiezan a hacer preguntas, onda “¿tienes idea de QUÉ tratan esos libros?”, como si fuera raro que una pendeja no se asustara ni se pusiera a llorar al ver la palabra “pene” escrita un par de veces.
Por la chucha que me da rabia y me dicen “en +18” o “no, –para ti- no hay”, entonces digo “pucha, qué pena” y pregunto dónde puedo encontrar los libros de Papelucho y digo alguna incoherencia arbitraria para hacer realidad su suposición de que la “juventú de ahora” es una mierda, le hago escenas de drogada, voy al baño y me dejo la falda metida en el calzón, cosa que se me vea toda la mercancía y me paseo delante de él con la colección más tierna de cómics y libros de papiroflexia, agarro un papel lustre y lo trasformo en grulla mientras él piensa si decirme o no que se me ven todos los calzones y qué vergüenza, niña por Dios. Y yo recito algo de Nicanor o algún fragmento de Hamlet –dependiendo de mi humor- y por entremedio de las palabras sigo a una mosca en el vacío.
También choco con las personas y digo algo como “la puta que nos parió” a modo de disculpa. Voy al baño, una plática relajada con la señora auxiliar, el derecho de vivir en paz, huevadas raras de múltiples colores, en el baño una, dos, tres veces y juego a la momia con el papel gratis ELITE y me voy a la cafetería, digo “soy Dios, dame dos brownies y un café con leche, quince de azúcar y mucho cariño. Que quede bien lindo” y después vuelvo a la sala donde está el señor, pero con más gente que me mira, o eso pareciera, y me miran como si fuera el eslabón perdido.
O no sé si era la misma gente de antes, siempre se me olvida ver bien eso.
Busco a Moliere, busco a Dan Brown (y todas esas cosas medio-snob o snob-completas; Santo Grial, la puta de Jesús, textos pasados a naftalina –hay algunos muy respetables así como hay otros que valen pero callampa y esos son los que busco porque mientras más viejo y aburrido sea el tipejo muerto, más snob es la cosa- cosas bucólicas –igual tengo mis excepciones, pero casi todo es mierda antigua -, que son fomes las leseras), busco el libro con más hojas, con la tapa más dura y con la portada más seria, si es posible que tenga el empastado en blanco, bien. Y si tiene la cara de equis tipo con cara de “jódete”, bien también. Entonces voy, y le digo “mire, yo quiero un libro; este libro” y en el desapego con la realidad que pueda causarle el que yo le hable después de tanta situación visceralmente delirante (entre las cosas que suelen pasar en lugares llenos de libros) voy y agarro el libro con el doble empastado, grande, pesado, serio, abrumantemente fome con las dos manos y se lo tiro de vuelo en toda la frente, gritando algo como “chúpate esa, enviado de Jesucristo y la que te parió”, aplaudo un par de veces y me pongo las alas que confeccioné con el papel gratis –que, repito; es ELITE- y me subo en el mesón y grito “señores, esto es una prueba de que Dios existe, el anticristo y el apocalipsis se viene y todos los putos andan leyendo...y después se quejan cuando les tiran cal y fuego” y salgo volando desde la ventana a la noche santiaguina con alas marca ELITE.