domingo, 21 de febrero de 2016

pantallazo azul.

tristeza, angustia y dolor
se levantan en las orillas de mi corazón,
de mi mente
se erigen, invencibles
creando abismos.
entrelazan sus manos etéreas
y ahora son una hermandad enferma
me conjuran soledad
con la excusa de protección
"ten cuidado".

en cierto momento de la caída libre
dejo de sentir la mezcla
me siento segura, supongo
no fue tan en vano el nudo en la guata
ahora que vuelve, pero en mi garganta
nadie se merece este martirio. 

"no debiese culpar 
ni hacer responsable a nadie
de los saltos que se toma mi inconsciente" 
me repito, incesante
"no lo hago", me respondo
la situación apremia: 
la manzana pudre el cajón.
- no porque quiera, es porque 
están todas ahí.

y por más que uno les diga
"cuidado, me pudro, háganse a un lado"
mejor no les dice, quedarse solo es peor,
es peor que hacerse cargo de cagarlas
un rato, dos ratos o tres.
 "era obvio que me estaba pudriendo"
dice uno después, se excusa
sabe que no es suficiente
(pero, al menos, no te pudriste solo.)

entonces, tristeza/dolor/angustia
recuérdenme esa vez que nacieron
asegúrenme que fue a partir de la herida
tengan la decencia de decirme que fue merecido
que no fue sólo el miedo a lo que se sabe
dirijan sus ojos llenos de vacío a los míos
y digan, con voz clara
que mi desconfianza no sobra del todo.

aclaren el enredo, digan dónde empezó
debería ir atrás, extirpar la pulpa
hacer explotar edificaciones,
estructuras en mi cabeza
que dejaron de funcionar:
nacer de nuevo
sin ustedes en el viciado centro
trepanarlas de mi yo a prueba de fallos.

quién sabe, en una de esas
luego de que la sangre corra,  
logro lo que las cuatro siempre quisimos
y nos dejamos de huevear un rato.

rizoma.

"las plantas con rizomas son perennes, pierden sus partes aéreas en climas fríos, conservando tan sólo el órgano subterráneo que almacena los nutrientes para la temporada siguiente."



existe un momento determinado en el que desciendo al presente y comprendo que todo lo que he venido haciendo ha tenido un sentido determinado. en ese instante abrumante dejo de pensar en el futuro, en todas las precauciones, dejo de tener miedo, de tener los mil y un motivos para protegerme de las eventualidades y soy -por fin- un poco libre de mis cuidados. 

a veces esa situación me lleva a darme cuenta de que todo está increíblemente bien y esas veces son escasas, muy escasas.


navidad del 2015, el movimiento de un auto y mi mano entrelazada con la de alguien que, un rato antes, me había dedicado una de esas sonrisas que cuesta sacarse de la cabeza. mis ojos bajan y se entretienen en esa imagen de matices naranjos que aparece y desaparece entre las luces de los postes que pasamos, a lo lejos oigo su voz, interactuando en una cadencia angustiosa con alguien más y al rato me acostumbro al sonido en la contemplación de esos segundos, cada vez más lejos de la conversación, pero cada vez más consciente de mi sentir actual y de pronto estoy ahí, suspendida en el presente, percibiendo en ese preciso instante lo que había pasado, lo que estaba pasando: ya no me sentía sola, ya no estaba sola.

me doy el trabajo de querer inmortalizar el momento, tomando fotos que finalmente no resultaron satisfactorias, pero era una labor difícil. cómo podría pedirle a una imagen condensar la paz y alivio que sentí cuando inesperadamente entendí que lo que estaba sintiendo era una fe casi ciega y completamente fundamentada. que ya estaba dentro de la alegría campaneante de saberme unida a alguien por decisión propia e irrevocable, que al otro lado de mi mano estaba quien había tomado posesión de la mayor parte de mis risas, sonrisas y pensamientos, una mano que ya había recorrido probablemente todo mi cuerpo con propiedad deshauciadora desde-el-primer-momento. no existía mejor forma de condensar la situación más que sonreir y cerrar los ojos, de vez en cuando, mirando el paisaje que me mostraba el alumbrado público, aguantando el mareo sentimental, bancándome la embriaguez conocida, pero que no me visitaba hace años. estaba feliz, estaba plena, no tenía mucho más que pedir.


y, unos meses después, sigo igual.