Ayer he vuelto a oír vuestra voz, oh enemigo mío.
Mi corazón que aún se muestra indefenso ante vuestro gesto se oprimió fuertemente al escuchar vuestras promesas que han hecho tal mudanza que la otrora dicha que me profesaban ha sido vilmente trocada a causa del desdén mortífero y duradero de vuestra mirada, agora mi herida, agora mi punición eterna.
Mas esas palabras están ahí, ¡oh lumbre en mi agonía! Aunque sea fuego condenado en el alma mía, es sin duda aquesta la primera vez que luz alguna corrompe el sombrío lugar do me heciste lúgubre morada. No veais mi queja con el acento de los ingratos, pues veo questa es mi condena por la felicidad profanada siendo yo indigna de toda clase de agasajos. Veras, pues, mi voz tranquila y mi alma resignada a pagar la dicha condena.
Teniendo en cuenta la cuita que me tiene de manos y pies atada, no temas de mí agravio alguno hacia vuestra persona, no temas de mí, oh ingrato. Mi locura no perturbará vuestra bella calma. Estoy tan lejos que ni mi amor ni mi odio podrán jamás de este infelice sino salvarme.Seguid agora sereno vuestro camino donde enajenada y desterrada de todo cuidado vuestro he sido. Dejad que todo siga su rumbo, cual melodía mortal y placentera imposible de callar, dejad que siga así y con ello mi desdicha encuentre su postrero sosiego algún día en vuestra alegría, y questa vida mía sea indigna de ser recordada a vuestro lado.
Era obvio, estaban dando Romeo y Julieta en la tele. Era cosa de ir y sufrir nomás. Y, de paso, ponerse patética y poeta. Una tonta poeta. Ya me decía yo, no leas poesía antigua. Pero dale con leer y más poeta me pongo. Más tonta y más poeta. Es cosa de querer sufrir nomás y todo se pone triste. Obvio. Y es increíble lo que puede salir de mi mente. Ni cagando vuelvo a escribir tan románticamente en unos diez años más, lo juro.