Diciembre. He llegado a diciembre y no he podido escribir nada presentable más que unas rayas en las camisas de mis compañeros, llenándome de buenos deseos para dárselos a las 44 personas que formaban mi curso, algunos de ellos no volverán por sus estilos de vida y otros pocos no volverán por otras razones. Y los demás estarán conmigo, se quedarán aquí y si usted esta leyendo esto es porque lo mas posible es que sea de ese grupo. Y en especial uno se quedará. Y en especial quiero que esa persona no se vaya nunca. Y especialmente esa persona es la que me motiva a escribir esta vez. Y espero con todo lo que estoy sintiendo ahora que no tenga que volver sobre mis pasos y algún día lea esto y me diga "otra vez de nada sirvió", no quiero mirar atrás nunca más ni mirar a ninguna parte siquiera, tan solo acurrucarme en su pecho y dormirme tranquila junto a él. Sip, la somA se enamoró.
Y no es vergonzoso ya creer de nuevo en eso que devalué tanto, como tampoco me ha costado defenderlo con dientes y uñas. Eso que se llama amor, ps, se me metió en el alma y se adhirió a todos mis deseos. Y ahora me duermo y despierto pensando sólo en esa persona. E intento dejar el cliché y juntarme con la somA que intenta alejarse de la poesía antigua para ser más entendible y más creíble, quizás. Porque después de un tiempo tiendo a pensar de que las frases hechas de las películas y los libros se devalúan. Pero no está demás y aunque redunde en el cliché y aunque hoy sea algo que todo el mundo dice, lo digo una vez más y con una sonrisa de oreja a oreja: Edgar, te amo mucho. Y me refugio en la simplicidad de esa simple frase cortísima esperando que no se te olvide nunca. Porque esta niña de corazón aporreado te ama. Gracias por la paciencia, gracias por esperarme, gracias por aceptarme y defenderme, gracias por todo lo que me has dado, gracias, por amarme y por hacerme creer de nuevo como pendeja de quince años.