viernes, 26 de octubre de 2007

nada más.

Tenía pinta de raro, pero era un SUBNORMAL. Miraba a la gente que había fuera de la micro y decía cosas de índole fálico, se apretaba los cojones y murmuraba cosas inteligibles. Y yo, claro, sentada al lado de él. Estoy casi agradecida por las instancias que me da la vida para poder putearla. O putear mi suerte, porque SI ES SUERTE, porque la suerte es para PERDEDORES y yo soy una perde-dooora. La cosa es, en síntesis que yo lo miraba descaradamente, porque soy curiosa en esas cosas y la gente que estaba ahí miraba de soslayo, asustada y yo miraba descaradamente porque me parecía GROTESCAMENTE graciosa tanta mierda que me llega y me siento como cuando meto los pies al mar y se me agarran a los talones las algas y es esa sensación tan desagradable, por la cresta que es desagradable. Y por lo bajo escucho un montón de estupideces que he dicho o he buscado decir, ese murmullo que me atormenta.
SI A ESAS PERRAS LES GUSTA PURO CHUPARLO.
Toda la razón, míster orate
Un almuerzo frío, casi congelado, condiciones insalubres. Digno de conmemorar. No tenía ganas de hacer un mayor esfuerzo por recuperarlo, se cayó al suelo, mi perro estuvo ahí, mi gato estuvo ahí y posiblemente estuvo ahí también el culo de mi abuela. Pero qué se le va a hacer, siento todo tan liviano, me da lo mismo si mañana me muero, si, total; están todos muertos. Me lo como hasta la mitad porque también siento ASCO. Y no era asco por la comida, era asco porque YO la estuviera comiendo.
ESTO NO PUEDE SEGUIR ASÍ–me digo-. Es INCONCEBIBLE, me da tanto miedo.
Y tal como si fuera una drogadicta digo las palabras mágicas en busca de dejar ese ente que me descalabra, digo “YA ESTÁ, LO DEJO”, y me imagino a toda esa masa de personas alejándose de mí, toda esa gente que me hace tan bien pero que me quita esa estabilidad de cartón que me crean con una sola palabra, es frágil, mi estabilidad es una puta-mierda-frágil. Y me da más miedo, pero sé que es un miedo momentáneo, que después ya no estará más, en cambio ahora le temo ya al miedo.
En mi casa había leche, me serví un vaso, EL vaso que quedaba en la caja. Tiene un sabor extraño, tampoco está en la condición más sana, pero es lo que mi maltrecho cuerpo se merece, este cuerpo que mi maltrecha mente se merece. Tengo que cortar POR LO SANO, pero PORQUÉ. Yo no tengo puta culpa de los miedos que mi personalidad temerosa e ilusa guarde, la fiesta iba tan bien, se quiebran los vasos a lo lejos y es el éxtasis en la orgía de mi pseudo-calma escuchar el estruendo de todo irse a la mierda. Pero todo tiene un fin y ese es este. Estoy harta de mi vida inverosímil, quiero algo que me ate a la tierra, algo que me diga que en verdad estoy viva pero que esté dentro de mí. Y como es imposible porque no dejaré que nada tan bueno se acerque a mí lo mejor es que todo se acabe y la sangre corra hasta el río. Porque es desagradable tener tanto cariño y siempre guardado ahí, sin que pueda salir porque no quiero, porque tengo miedo. Y tener tanta sangre y siempre en el mismo lugar.

soulstorm.

Seis y media, siempre he tenido una conexión extraña con esa hora. Eran las seis y media y acababa de destriparme, miré el desecho. Tanto hueveo, tanta plata que se gasta en algo para que termine en un vómito indecoroso, es la búsqueda de poder –en mi caso- retribuirle algo al mundo, poder de alguna forma explayarme y dar rienda suelta a lo que llevo dentro aunque no sea la forma más elegante de hacerlo, pero es la más impulsiva y la que sin duda alguna me produce menor arrepentimiento. Vomitando puedo ser yo y nadie más, puedo ser tal cual como quiero dentro de la arcada enorme que me da la vida.

Y es increíble, me parece increíble que me ponga tan reflexiva delante de lo que acabo de expulsar. Es posible que ahí estén mis tripas, me dije, y sería algo bueno. Es posible que el corazón se me haya ido también por la boca, lo que sería mejor aún. Haber invocado a mi pensamiento romántico me produce una nueva arcada en la soledad de mi reflexión deglutiva. Ojalá ahora se me salga el corazón, porque después de esto no voy a poder seguir. Pero no, no se ve nada así, no hay siquiera un músculo que bombee sangre, aunque sangre hay, sí que hay. Y de repente algo se mueve, por la chucha, mi vómito se mueve. Ahí está, moribunda y penosamente impresentable mi alma, sí, mi alma. Devuélvete, mierda. No, ni cagando, no te aguanto. Entonces ándate a la chucha, no voy a ser mejor ni peor sin ti. Mentira. No te voy a rogar, mal que mal, eres parte de lo que vomité. ¿Te das cuenta de lo que estás haciendo?. Sí, estoy hablando con mi alma en una conversación etílicamente seria, chúpate esa. No me refiero a eso. ¿A qué te refieres, oh, alma mía? A todo lo que haz hecho, cruzaste la línea. ¿Qué línea, alma mía, por el amor de Dios?, ¡dónde chucha veih una puta línea! Aquí; en el hecho de que sean las seis de la mañana y estés vomitando tu alma junto a una avalancha de ron barato y sangre. ¿Le ves ribetes melodramáticos y reflexivos a todo esto?, así que tengo alma de sacerdote, me cago en mi alma. La moral. “LA ÉTICA”. La decencia. “LA DIGNIDAD”. ¿Ves?. Sí, lo veo bien clarito, no me sirves ni siquiera para conversar, con permiso y no te voy a extrañar.

Y entré y le dije al Isaías: allá afuera hace un frío que te lo encargo, hace que se le salga el alma a uno y son las seis y media hace rato, quiero dormir. Estabai hablando sola. Era mi alma. Era esquizofrenia. Buenas noches. A ti te hace falta enamorarte. Y a ti te hace falta un polvo, una verga, maricón roga’o. A ver cabra chica. Escúchame, tengo sueño y estoy ebria por TU CULPA, y acabo de vomitar mi alma, lo más seguro que sea por TU CULPA TAMBIÉN, y vengo y me tratai de loca y ¿me hablai de amor?, qué te pasa, el amor que mantiene unido tu culo al miembro del mundo me importa una hue’a, la dura. Mañana llamas a mi papá y le dices que me fugué con los gitanos, que no estoy para nadie, que tengo SIDA y depresión compulsiva por las compras y las ETS. Sí, bienvenido al club, hueón, buenas noches.

- Rutina –pienso antes de entregarme a los brazos de Morfeo, donde me lleva Dionisio-, pura rutina, todos los días, pecados domésticos. La diferencia es que hoy vomité mi alma.

rescatado: era una señora dorada.

Hoy venía en la micro y me senté al lado de una señora que lo único que recuerdo de ella es una pulsera de esas como de los doce poderes (la verdad, no sé cuántos poderes tenían esas pulseras), que tenía el pelo rubio y la cara de un color parecido (como esa gente que en una edad determinada busca volverse dorada).
Me estaba quedando dormida cuando abrí mis ojos como asustada y vi unas manos con unas manchas cutáneas, le miré la cara, lo vi muy elegante, me recordó a mi abuelo que nunca conocí y me dije “tengo que darle el asiento a este caballero”, le dije “siéntese” y me levanté. Después de eso no supe más del caballero hasta que al otro lado se desocupó un asiento y el caballero se sentó ahí y luego me dijo “siéntese”; me devolvió el asiento al lado de la señora dorada. Seguí dormitando camino a mi casa cuando se me ocurrió mirar a la ventana y vi que el caballero se había bajado y que la señora lo miraba y sonreía. Esta señora me miró y me di cuenta que lloraba, me sonrió y me dijo “¿te puedo contar algo?” yo la miré, asentí y ella me dijo “nunca sabrás porqué lo hiciste pero le alegraste la vida a esta vieja patética” y al ver que yo la seguía escuchando me dijo “hace mucho tiempo me enamoré y lo di todo por un hombre, lo amé como si el mundo se fuera a acabar y un día ese hombre desapareció de mi vida y nunca supe porqué, a ese hombre no lo vi en veinte años, en veinte años no supe nada...hasta hoy” y miró a la ventana, sí, precisamente: ella había reconocido a su amor de juventud en ese caballero que yo hice que se sentara a su lado.
Luego, cuando yo le dije que me debía ir me tomó las manos y me dijo más calmada: “si en algo te puede ayudar esto, si en algo te puedo ayudar yo, te diría que jamás le des todo a una persona, menos a un hombre joven que aún no logra entender lo que es querer ni tampoco esperes veinte años para saber que te amó, ocupa esos veinte años en saber que puedes amar mucho más y mejor”.
Nunca volveré a ver a esa señora, ni a ese caballero. Pero lo más seguro es que rehuiré la mirada de la gente llorona, esta clase de historias me pone muy triste, prefiero a los ancianos que me comienzan a hablar de economía, de sus nietos, de sus hijos, a los tipos que me preguntan: “¿te hai fija’o en el tiempo?...raro, ¿no?”...todo eso. Esa señora hizo que me doliera el alma, hizo que en verdad me diera miedo el futuro.

sinceramente.

Soy una cabra chica. Que quiere escribir novelas, pero no le resultan. Así que las vive. Se las inventa cada día. Cada día sufre por una dolencia nueva en su corazón imaginario de heroína inventada e imposible, que tiene una vida utópicamente deseable porque sufre, pero no se debe a nadie. Soy una cabra chica que escribe de noche y actúa de día. Que se alucinó con los personajes que no sentían, con ser robot, con ser inerte y fría, con la perfección entre comillas sentimentalmente hablando y esa perfección está en querer de la boca para afuera, decir sin sentir y olvidar sin remordimiento. Entonces mira a los demás a los ojos frívolamente como si no le importara, bosteza y dice “y ahora qué”, da media vuelta y se va haciendo sonar sus taco-aguja en el silencio de la noche. Pero hace falta un solo pestañeo para que el escote de su vestido le parezca indecente y su paso se vuelva torpe y recuerde que nunca aprendió a andar con tacos y el collar de perlas le quede grande y la haga tropezar y caer y comience a llorar porque no le resulta el papel de insensible y se le mancha la cara con el maquillaje negro que escurre y chorrea en sollozos frustrados. Esa heroína que siempre quiso ser puede que sea posible, pero como una segunda vida, que, como siempre en las sagas marvelianas; es inestable. Siempre está a punto de derribarse a punta de sentimentalismos. Y ese es el brillo de ser heroína, la posibilidad de dejar de serlo. De desaparecer para saber si a alguien le importa.
Siempre estoy por renunciar. Siempre quiero dejar la falsedad de ser y no estar, de estar. De la ausencia en el sin sentido de verme en el espejo como quise estar y que eso me haga mal. Que esté yo siempre detrás del vidrio herméticamente encerrada golpeando impotente y afligida para cuidar lo intocable que mi heroína, tal como yo concebí, viola y ultraja sin piedad. Eso que merece mi cuidado y mi terror es mi ave fénix, que renace de sus ruinas para volar alto; mi amor aporreado por el viento, el tiempo y la tristeza. Mi fuego entorpecido por el agua fría del razonamiento. Pero mi amor es un amor perseverantemente tonto, es un amor que se niega a todo tapándose los ojos que no están donde deberían, pero debe aparentar que tiene la capacidad de ver como para que aún sea válido entre los demás y cause algo más allá de una carcajada o una frase de lastimera compresión misericordiosa, porque se cegó hace algún tiempo, se sacó los ojos para no ver que se estaba quedando solo y ahora no le importa parecer tonto. Y me deja a mí buscando cariño tan desesperadamente que no me importa que me traten como la peor puta con tal de sentirme importante. No me importa disfrazarme y jugar a enamorarme por una media hora, amar por cinco minutos, dar mi vida en dos segundos. Y que en esa levedad me pueda sentir bien cuando vuelva a ser yo, recordando los instantes en que me sentí querida. Pero esta vez revivo esos instantes como la ilusa y cuando el vacío evidente de sentimiento llega, mi imaginación inconcebiblemente indigente se encarga de llenar de ternura inusitada, inasequible para mi persona todo lo que nada de eso tiene. Y no sé cómo salirme de la historieta. Porque mi heroína lo que menos tiene es un héroe con el que pueda tener un final feliz como yo espero mientras estoy aquí dentro de mi utopía romántica. Pero yo la creé así. Independiente. Como yo no puedo ser ni de ella ni de nadie.