Hoy venía en la micro y me senté al lado de una señora que lo único que recuerdo de ella es una pulsera de esas como de los doce poderes (la verdad, no sé cuántos poderes tenían esas pulseras), que tenía el pelo rubio y la cara de un color parecido (como esa gente que en una edad determinada busca volverse dorada).
Me estaba quedando dormida cuando abrí mis ojos como asustada y vi unas manos con unas manchas cutáneas, le miré la cara, lo vi muy elegante, me recordó a mi abuelo que nunca conocí y me dije “tengo que darle el asiento a este caballero”, le dije “siéntese” y me levanté. Después de eso no supe más del caballero hasta que al otro lado se desocupó un asiento y el caballero se sentó ahí y luego me dijo “siéntese”; me devolvió el asiento al lado de la señora dorada. Seguí dormitando camino a mi casa cuando se me ocurrió mirar a la ventana y vi que el caballero se había bajado y que la señora lo miraba y sonreía. Esta señora me miró y me di cuenta que lloraba, me sonrió y me dijo “¿te puedo contar algo?” yo la miré, asentí y ella me dijo “nunca sabrás porqué lo hiciste pero le alegraste la vida a esta vieja patética” y al ver que yo la seguía escuchando me dijo “hace mucho tiempo me enamoré y lo di todo por un hombre, lo amé como si el mundo se fuera a acabar y un día ese hombre desapareció de mi vida y nunca supe porqué, a ese hombre no lo vi en veinte años, en veinte años no supe nada...hasta hoy” y miró a la ventana, sí, precisamente: ella había reconocido a su amor de juventud en ese caballero que yo hice que se sentara a su lado.
Luego, cuando yo le dije que me debía ir me tomó las manos y me dijo más calmada: “si en algo te puede ayudar esto, si en algo te puedo ayudar yo, te diría que jamás le des todo a una persona, menos a un hombre joven que aún no logra entender lo que es querer ni tampoco esperes veinte años para saber que te amó, ocupa esos veinte años en saber que puedes amar mucho más y mejor”.
Nunca volveré a ver a esa señora, ni a ese caballero. Pero lo más seguro es que rehuiré la mirada de la gente llorona, esta clase de historias me pone muy triste, prefiero a los ancianos que me comienzan a hablar de economía, de sus nietos, de sus hijos, a los tipos que me preguntan: “¿te hai fija’o en el tiempo?...raro, ¿no?”...todo eso. Esa señora hizo que me doliera el alma, hizo que en verdad me diera miedo el futuro.