Lamer mis dedos y sentir la amargura mezclada con el pésimo olor del tabaco, mis muñecas, mis brazos, mis piernas, todo igual de amargo. Adivinar que más allá de una lluvia metafísica, no era más que hiel la que mojaba mi rostro, mi cuerpo entero, dejando ese sabor amargo que al parecer sólo se irá cuando...