Vueltas y más vueltas para quedarme de nuevo en silencio, en silencio, sentada y mareada mirando a un punto fijo en la oscuridad. Respondo con una mueca de rabia a todo intento de alegrarme, de hablarme, ha sido un pésimo día y es que (en realidad) yo he querido que sea así para culpar mi suerte y meterme de nuevo en mi cueva llamada habitación, cuarto, pieza y desde ahí lanzar gruñidos y hacer brillar mis ojos que desearía que fueran de gato para que en realidad brillaran y no brillaran de una ilusión perdida dentro mío que no encuentro, se escabulle como un pequeño pez asustado, resbala entre mis dedos. No que brillaran de pena, de rabia, y que no se les fuera el brillo en una gota que rueda y rueda, llega a mi mentón y vuelvo a decir que no me pasa nada, exactamente no me pasa nada, nada, nada. Quizás tenga tanto miedo. Tanto, tanto miedo y cada lágrima signifique en realidad alguna cosa. Sigo esperando que alguien sepa leer mi llanto, alguien que sepa qué significa todo esta orfandad oscura y fría que de pronto me abraza.
Hoy dormiré si nadie me despierta.